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nota: un día pasado por agua

Esfumarme, perderme. O así resultó hasta que sirvieron el almuerzo. De repente empece a sentir que ellas intentaban hacer que me retirara de la escena. Como en un acuerdo tácito ninguna de ellas volvió a dirigirme la palabra. Si sorprendía a alguna de ellas mirándome, ésta sonreía, una sonrisa llena de compasión o lástima. Luego volteaba la cabeza y volvían a ignorarme. Incluso mi abuela.

Me retiré del comedor y estaba pensando en caminar por los corredores cuando descubrí que la puerta se encontraba abierta. Me paré en el marco de la puerta y mirando el cielo supe que era libre de irme de allí. Tenía que aprovechar el momento o terminaría encerrado en un cuarto durante horas esperando a que las mujeres se fueran.

Yo era tan libre como el que más de poner un pie por delante del otro, de empezar a caminar y de alejarme de esa casa para siempre. No tenía que recoger nada. No tenía que llevar nada conmigo. No tenía que despedirme de nadie. Sólo tenía que empezar a caminar y sería libre.

Pero creo que el hombre no está hecho para ser libre. En su naturaleza está el preocuparse, el atarse a las cosas.

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