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cita: Vila-Matas

Italo Calvino fue uno de los primeros amigos que abrió la tumba de Tutankhamon, léase el diario de Pavese, diario peligroso porque podía contagiar de desesperación a quien lo leyera. Las primeras ojeadas de los amigos a aquellas páginas fueron afanosas y cohibidas. Sabían que no iban a encontrar en ellas el porqué del suicidio de Pavese, como buscaban en aquellos días, los columnistas de semanarios y diarios, sabían que el porqué de un gesto nunca se podrá resumir en una fórmula o un episodio, sino que hay que buscarlo en toda la vida, en ese conjunto constantes al que Pavese, que sin embargo no era fatalista, llamaba su propio destino. Pero sentían sus amigos que iban a encontrar allí toda la tensión dolorosa, las vibraciones secretas de su alma, esas que ni siquiera ellos, los amigos habían conseguido advertir siempre; las huellas del mal qe llevaba dentro, bajo la corteza de su estoicismo.

p. 180 -181
Enrique Vila-Matas
El mal de montano
Anagrama, 2002

No creo que haya enfermo de literatura más grande que Kafka. Su diario es aterrador. Por la mañana, a las ocho llegaba puntual a su despacho. Escribía documentos e informes, había inspecciones. Sus superiores no sabían que él trabajaba allí, entre esa multitud de trabajadores y empleados desdichados, sólo porque sabía que no debía dedicar todo su tiempo a la literatura. Temía que la literatura lo chupase, como un remolino, hasta hacerle perderse en sus comarcas sin límites. No podía ser libre, necesitaba una limitación, tener todo el tiempo para escribir le parecía peligroso, terrible. Volvía a casa de sus padres hacía las dos y cuarto de la tarde. Decía que se sentía como un extranjero aunque fuese grande el amor por la familia, los padres y las hermanas. De vez en cuando le llegaba la idea de que debía apartarse de los amigos y hacerlo sin la más mínima consideración enemistarse con todos, no hablar con nadie. En otras lo contrario: buscaba a los amigos o a sus escritores favoritos para establecer un diálogo y ponerse a comentar de forma interminable el mundo como si buscara llegar a las fuentes de la escritura.

p. 161

Enrique Vila-Matas
El mal de montano
Anagrama, 2002

Me acordé de Gombrowicz:'Si queréis expresar que os gustó mi obra, tocad sencillamente, al verme, vustra oreja derecha.'

p. 152

Enrique Vila-Matas
El mal de montano
Anagrama, 2002

He pensado en el paso del tiempo. He confirmado que el hombre no tiene la longitud de su cuerpo sino la de sus años. Debe arrastrarlos con él cuando se mueve, tarea cada vez más enorme y que acaba por vencerle.

p. 296

Enrique Vila-Matas
El mal de montano
Anagrama, 2002

¿A caso no confío en mi imaginación? ¿es necesario que viaje tan lejos a la caza de hechos reales cuando seguro que los ue imagino en la cumbre del Maz son superiores? ¿O creo que lo que encontraré en esa cumbre no puedo ni llegarlo a imaginar?

p. 298 - 299

Enrique Vila-Matas
El mal de montano
Anagrama, 2002

Que cada iletrado de este país haga lo que quiera, faltaría más. Por otra parte odio a casi la humanidad entera y me paso el día poniendo bombas mentales a todos esos hombres de negocios que editan libros, a los directores de departamento, a los lideres del mercado, a los equilibristas del marketing y a los licenciados en economía. Pongo bombas mentales tanto a éstos como a sus disciplinados gregarios y al resto del mundo en general. Me pregunto pues por qué razón debería echarles una mano y recomendarles que leyeran libros si sólo les deseo mal, si sólo quiero que aumente su estupidez y se estrellen de una vez por todas viajando en el tren de la ignorancia que pagamos todos pero que algún día ellos pagarán muy caro yéndose al pozo sin fin del fracaso, con la música a otra parte, a una industria diferente. Es más, les detesto tanto que me encantaría que les obligaran a leer, que desde algún lugar saliera un pérfido decreto, una drástica orden  de acercarse al libro, y de pronto las ciudades de este país se convirtieran en bibliotecas de forzada, caótica y mentecata actividad intelectual.
De ese modo el fracaso de las  vidas de esos analfabetos altivos sería doble. Estaría, de una parte, el ya de por sí estrepitoso fracaso de toda vida, al que habría que añadir el producido por el contagio con los literatos -nadie duda, a estas alturas, que ser escritor es fracasar- y ya no digamos con los libros, esas asombrosas 'extensiones de la memoria y la imaginación' que llevamos a las playas y hacemos fracasar no leyéndolas sino enterrándolas en un inconsciente gran libro de arena, bien distinto del borgiano.
De esta forma me vengaría de las llamadas al apostolado que me llegan siempre por estas fechas y de las constantes dudas que tanto conviven conmigo y que me empujan miserablemente a decir que a nadie se le puede recomendar que lea pero al mismo tiempo me empujan a pensar que en realidad, por mucho que no me agrade, debería ejercer el apostolado de la lectura aunque tan solo fuera de forma estilizada diciendo, por ejemplo, que no hay nada que decir, salvo que, sin la literatura, la vida no tiene sentido. Aunque claro solo puedo convencer de esto último a los que leen, y gracias. Y es que muchos de los que leen creen que es obligación hacerlo, y éstos son casi más peligrosos que los topos de Pico porque transmiten una sensación evidente de tedio, no parecen haber leído una frase memorable de Montaigne: 'No hago nada sin alegría.'
Con esta frase, Montaigne quería indicar que el concepto de lectura obligatoria es un concepto falso. Si encontrara un pasaje difícil en un libro, Montaigne lo dejaba. Y es que él veía en la lectura una forma de felicidad. [... Borges] decía que una biblioteca es una especie de gabinete mágico. en ese gabinete están encantados los mejores espíritus de la humanidad, pero esperan nuestra palabra para salir de su mudez. Tenemos que abrir el libro, entonces ellos despiertan.
[...]
Como dice Magris: 'Kafka sabía perfectamente que la literatura le alejaba del territorio de la muerte y le permitía comprender la vida, pero dejándole fuera. Igual que le permitía comprender la grandeza del padre judío, modelo de hombre, pero no le permitía precisamente serlo.'
Precisamente porque la literatura nos permite comprender la vida, nos deja fuera de ella. Es duro, pero a veces es lo mejor que puede pasarno. La lectura, la escritura buscan la vida, pero pueden perderla precisamente porque están enteramente concentradas en la vida y en su propia búsqueda.
[...]
Precisamente porque la literatura nos permite comprender la vida, nos habla de los que puede ser pero también delo que pudo haber sido. No hay nada a veces más alejado de la realidad que la literatura, que no está recordando todo momento que la vida es así y el mundo ha sido organizado asá, pero podría ser de otra forma.  No hay nada más subversivo que ella, que se ocupa de devolvernos a la verdadera vida al exponer lo que la vida real y la Historia sofocan. Magris, por ejemplo, lo sabe muy bien, le interesa mjucho lo que pudo haber sido si la Historia o la vida humana hubieran tomado otra dirección. A todos los que les interesa eso, les interesa leer. No es apostolado. Después de todo hay días -como hoy- en que no les recomendaría leer ni a los topos de Pico, ni a mis peores enemigos.

p.300 - 302

Enrique Vila-Matas
El mal de montano
Anagrama, 2002






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