Eché el cierre y me senté en el suelo, delante de la oficina cerrada. Me senté en el suelo porque no sabía adónde ir. Al poco rato, pasó por allí un respetable matrimonio, que era amigo de mis padres. a modo de saludo y algo extrañados, me preguntaron, sin intención alguna de inmiscuirse en mi vida o de reprocharme algo, qué estaba haciendo allí en el suelo. 'El negocio marcha bien', les dije, 'pero no puedo hablar con los empleados, no puedo hablar con los clientes.' Se quedaron un tanto perplejos. Mi padre no tenía empleados o, mejor dicho, yo era su único empleado. '¿Te ocurre algo?' preguntaron. Desde el suelo les respondí con otra pregunta: '¿Adónde voy a ir?' Un ligero pánico se apoderó de ellos, vi que se habían quedado turbados. Y poco después descubrí qeu a aquellos dos pobres seres les sucedía lo mimo, tampoco sabían adónde ir. Me pareció raro que les pasara eso también a ellos. a ellos, que eran personas mayores, responsables y respetables. Pero, por raro que pudiera parecerme, eso era lo que ocurría. Daba casi pánico verles de aquel modo, tan desorientados, cohibidos y sin brújula, mirando al mundo con la extrañeza con la que lo miraba yo aquella tarde. Hubiera querido ayudarles, pero no era la persona más adecuada para hacerlo, no estaba yo precisamente en condicienoes de encima ayudar a aquellos adultos, a aquellos respetables amigos de mis padres.
p. 158 - 159
enrique Vila-Matas
El mal de Montano
Anagrama, 2002
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enrique Vila-Matas
El mal de Montano
Anagrama, 2002
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