Ella era una persona de esas que prefieren huir de todo. Quizá por ser mujer eran pocos los que se habían dado cuenta de que tan cobarde era, pero lo cierto es que por estar todo el tiempo escondida en sus propias cosas no eran muchos los que se interesaban por llegar a conocerla profundamente.
Que buscara estar sola, sin embargo, no significaba que disfrutara de la soledad. Lo que sucedía era que en su aislamiento no había nadie que la obligara a confrontar sus problemas. No es que andar en compañía de la gente signifique que los demás te estén echando en cara tus propíos problemas todo el tiempo. Pero para ella ambas cosas sí estaban relacionadas. De alguna manera siempre lograba sentirse aludida cuando hablaban mal de los demás y excluida cuando se hablaba bien de ellos. De esta forma sentirse incomoda en una conversación casual le resultaba inevitable.
Por todo esto, ella, una persona que, como todas las demás, se había visto viviendo una vida que no terminaba de entender, se hallaba obligada a permanecer sola. Claro que tenía familia. Una madre, un padre y una abuela, la madre de su madre. Esta última era la única de sus abuelos que aún permanecía con vida. La abuela en este caso resulta importante porque es con su muerte que comienza esta historia.
Resulta extraño pensar que una persona que busca aislarse del mundo, resulte finalmente siendo alguien que acostumbra a atarse fácilmente a los demás, encontrándose casi siempre abrumada por sus sentimientos hacia ellos. Ella amaba a su abuela. La quería profundamente, como parte de su familia era de las pocas personas que nunca la había abandonado. La mujer, siempre que la veía, le sonreía, la miraba con orgullo y le decía lo bonita que era.
Ahora recordando ese hábito suyo, de mirarla siempre con cariño, sus ojos se llenaban de lágrimas que nunca terminaban por caer y que se secaban con tal rapidez que siempre se podía dudar de su existencia.
Que buscara estar sola, sin embargo, no significaba que disfrutara de la soledad. Lo que sucedía era que en su aislamiento no había nadie que la obligara a confrontar sus problemas. No es que andar en compañía de la gente signifique que los demás te estén echando en cara tus propíos problemas todo el tiempo. Pero para ella ambas cosas sí estaban relacionadas. De alguna manera siempre lograba sentirse aludida cuando hablaban mal de los demás y excluida cuando se hablaba bien de ellos. De esta forma sentirse incomoda en una conversación casual le resultaba inevitable.
Por todo esto, ella, una persona que, como todas las demás, se había visto viviendo una vida que no terminaba de entender, se hallaba obligada a permanecer sola. Claro que tenía familia. Una madre, un padre y una abuela, la madre de su madre. Esta última era la única de sus abuelos que aún permanecía con vida. La abuela en este caso resulta importante porque es con su muerte que comienza esta historia.
Resulta extraño pensar que una persona que busca aislarse del mundo, resulte finalmente siendo alguien que acostumbra a atarse fácilmente a los demás, encontrándose casi siempre abrumada por sus sentimientos hacia ellos. Ella amaba a su abuela. La quería profundamente, como parte de su familia era de las pocas personas que nunca la había abandonado. La mujer, siempre que la veía, le sonreía, la miraba con orgullo y le decía lo bonita que era.
Ahora recordando ese hábito suyo, de mirarla siempre con cariño, sus ojos se llenaban de lágrimas que nunca terminaban por caer y que se secaban con tal rapidez que siempre se podía dudar de su existencia.
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