"Ya ves, decía para mis adentros, para sustraerte al poder de lo desconocido, para demostrarte a ti mismo que no crees en ello, aceptas sus encantamientos. Como un ateo confeso, que ve al diablo por la noche y hace el siguiente razonamiento de ateo: sin duda, él no existe, es sólo una ilusión de mis sentidos excitados, quizá un efecto de la digestión, pero él no lo sabe, y cree en su teología al revés. ¿Qué podría meterle miedo a él, que está seguro de su existencia? Basta con santiguarse y él, que cree, desaparece tras una nube de azufre."
p. 219
Umberto Eco, El péndulo de Foucault,
Traducción de Helena Lozano Miralles
Debolsillo, 2009
"Así la otra noche yo tenía que creer que el Plan era verdad, porque, si no durante aquellos dos últimos años, sólo habría sido el arquitecto omnipotente de una maligna pesadilla. Mejor que la pesadilla fuera realidad, si algo es verdad, es verdad, y uno no tiene nada que ver con ello."
p. 219
Umberto Eco, El péndulo de Foucault,
Traducción de Helena Lozano Miralles
Debolsillo, 2009
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